viernes, 30 de septiembre de 2005

Verne en Vigo

Julio Verne, el capitán Nemo y la bahía de Vigo tienen algo más en común aparte del capítulo VIII de la segunda parte de Veinte mil leguas de viaje submarino, donde el narrador francés relata que es en esas aguas gallegas, de los galeones hundidos en la batalla de Rande, de donde Nemo extrae su fortuna fabulosa. Se trata de la exposición itinerante El viaje del capitán Nemo, que recorrió varios puertos gallegos desde principios de junio a bordo de las bodegas del barco de La Fura dels Baus. Su comisaria, la crítica literaria Mercedes Monmany, repasa las claves de esta exhibición y de su logrado catálogo, una magnífica muestra del universo que Verne es capaz de desplegar en escritores, dibujantes, cineastas, ingenieros y hasta cocineros, desde que se nos instala dentro mientras vivimos en nuestra patria, la infancia.
            Dos circunstancias principales se dieron para concretar esta muestra: el centenario de la muerte de Verne, cumplido exactamente el pasado 24 de marzo, y la Vuelta al Mundo de Vela, que por primera vez en su historia no partirá de un puerto británico, sino de la ciudad de Vigo. Siendo en las aguas de esta bahía donde Verne sitúa el tesoro del capitán Nemo, el gobierno autonómico de Galicia aprovechó el evento deportivo para organizar un gran programa cultural dedicado al mar, en el que tendría cabida el homenaje al escritor nantés propuesto por Mercedes Monmany y el espectáculo de La Fura dels Baus Peregrinos da noite sobre los emigrantes gallegos a bordo de su propio barco, el Naumon. Monmany cuenta que fue José Ramón Lete, director general de Deporte de la Xunta, quien dio con el hilo clave: por qué no hacer la exposición aprovechando las bodegas del barco. "Yo he recorrido las exposiciones de este año en Francia y he tenido noticia de otras, pero ninguna tiene esta particularidad, que en el caso de Veinte mil leguas de viaje submarino es redundante porque el lema del Nautilus es 'Mobilis in mobili', móvil en lo móvil", relata la comisaria. Dicho y hecho, no sólo trasladaron el proyecto directamente al océano, sino que lo convirtieron en una "visita sensorial", en sus palabras, a través de una recreación del interior del Nautilus.
            Cuidadosamente apoyada con música compuesta a partir de la que tocaba el capitán Nemo, ilustraciones, imágenes de todas las películas inspiradas en Verne y proyecciones gastronómicas sobre una mesa de salón comedor, la exhibición gira en torno a cinco ejes. Uno, la conexión entre Verne y Vigo, ciudad que visitó dos veces cuando ya era un best-seller en Europa y América. Dos, la biografía del escritor que sigue siendo considerado padre de la ciencia-ficción a pesar de los esfuerzos repetidos de expertos y profanos por ampliar esta clasificación simplista. Tres, los capítulos principales de Veinte mil leguas de viaje submarino, la novela que hizo realidad llegar al Polo Sur, visitar la Atlántida y cruzar bajo agua un canal de Suez aún no construido, acompañados por un capitán misterioso convertido en leyenda a bordo del Nautilus (o la imaginación). Cuatro, la trascendencia del libro en otras artes, reflejada con creces en el catálogo, una suerte de tratado multicolor sobre Julio Verne y el mar. Y cinco, los –¡cuatro! inventores españoles que contribuyeron al desarrollo de la navegación submarina: Narcís Monturiol, Cosme García, Antonio Sanjurjo y, decisivamente, Isaac Peral.
            Mercedes Monmany explica por qué y cómo puso un interés especial en estos dos últimos puntos. Con respecto a los inventores, dice haber querido tratar la época previa al gran mercado: "Todos ellos llegan a probar prototipos perfectamente válidos y acaban olvidados, incluso perseguidos, por la oficialidad. Yo quería unir esto al desengaño de Verne, a la ingratitud de sus contemporáneos: no entró en la Academia francesa y siempre tuvo esa espina. Su pecado era precisamente ser un best-seller y lo miraban por encima del hombro. Y ésta es una paradoja que a mí también me ha interesado tocar. Hoy el mercado ya busca, a Monturiol le pagarían mil viajes, al mismo Verne no se le negaría en absoluto la Academia, estaría todo el día en la tele y sería imposible. En aquella época te da cierta ternura pesar que esta gente se fue triste al otro mundo, sus contemporáneos fueron muy avaros".
            En cuanto al catálogo, refiere que dividió a los autores por "especialidades nemianas", clasificadas en el índice con un mismo leit motiv, el viaje. Cuenta divertida que buscando a los especialistas se encontró con una especie de secta en la que todos se conocían: "Cuando das con un verniano es como la gente aficionada a los Beatles que colecciona camisetas". Quizá los casos más sorprendentes sean el gastrónomo experto en los platos del Nautilus, Cristino Álvarez, que no sólo existía, sino que ya había escrito sobre el tema, y el capitán de navío Luis Delgado Bañón, conservador del Museo Naval de Cartagena e historiador, gran conocedor de los aparatos submarinos y fanático de Verne. Monmany subraya también la labor del documentalista cinematográfico Asier Mensuro, que consiguió para la exposición filmes originales de los años 20 que nunca se habían proyectado en España.
            Igual de difícil que encontrar a los especialistas "raritos", como los llama Monmany, fue seleccionar a los escritores y literatos. "Esto sí que era infinito, porque Verne es un autor de futuros escritores, de adolescentes que empiezan a descubrir la literatura, así que elegí de forma un poco intuitiva", cuenta. En la lista figuran Enrique Vila-Matas, Pedro Sorela, Soledad Puértolas, Martín Casariego, José María Guelbenzu, Ramiro Fonte y Luisa Castro, que mantienen ese equilibrio buscado por Monmany entre estrictos críticos, autores imaginativos y escritores gallegos.
            El resultado de este cóctel de expertos es un libro ilustrado y completo que justifica la trascendencia del capitán Nemo y explica, en fin, este querer fervoroso a Verne entre gentes tan dispares: atrapó para siempre a muchas generaciones de lectores voraces cuando aún eran niños, como una suerte de calostro mágico literario. Que los jóvenes de hoy conozcan el nombre de los personajes de Verne sin haberlo leído es una prueba más para Monmany de que su destino era acabar en mito.~

(Texto publicado originalmente en la edición española de Letras Libres, núm. 48, septiembre de 2005)