domingo, 27 de enero de 2008

dizque juerga gitana

En un teatro llamado Foro Lenin, en la calle de Mérida, colonia Roma, unas muchachas bailaron ayer flamenco. Tenían su gracia, aunque mi padre las hubiera juzgado más saborías que las coles en vinagre, y genuina buena voluntad. Claro, que les cantaran a algunas "gitana, mueve la cintura" parecía un mal chiste racista, y no por lo de gitana. Y lástima del guitarrista, cuyo instrumento maullador no estaba a la altura de sus dedos.También fue desconcertante el par de números mallorquines intercalados en el espectáculo (con la reticencia de algún miembro del Orfeó Català de Mèxic, indignado por participar en un evento de bailes españoles). Pero, ay, lo insufrible, lo verdaderamente insultante al noble arte flamenco, fue
-¡oh, dioses!, ¿por qué no le partió un rayo?- la cantaora chilanga, cuya falta de ritmo, voz y entonación era sencillamente inverosímil: en su boca, unas alegrías de Cádiz eran algo parecido a un son jarocho, y unas simples sevillanas, snif, un disco rallado.

viernes, 25 de enero de 2008

de culo

Mi querido "Capo" Trujillo no se acostumbra. Pues bien, yo tampoco:

Aquí en México no se puede decir culo. Ni para bien ni para mal. Y eso me está matando. Prohibido el natural "qué buen culo tiene", y el inocente "ay, que te como ese culo", y el obrerístico "que no me entere yo que ese culito pasa hambre". Para qué hablar de "vete a tomar por culo": ¡aquí se manda a la chingada, jijos de la! Me está matando, me está matando. ¿Qué le digo yo a mi madre? Con lo que a ella le gustaba repetirme "una mujé sin culo no es una mujé"...

jueves, 24 de enero de 2008

formalidades mexicanas antes de iniciar cualquier conversación

- Hola, cómo estás.
- Bien, ¿y tú?
- Qué bueno, bien también, gracias.
- Qué bueno.

lunes, 14 de enero de 2008

los nórdicos en el Altiplano

¿Cómo verá un sueco México? El cuñado y su mujer, que volvieron a su país ayer, no han dejado de admirarse del verano sempiterno, la luz y y el alcohol exagerados, la comida caleidoscópica. Se entristecen de lo poco que lucen los muchos impuestos y les extraña la falta de sinceridad. A cada rato sacan la cámara de fotos para retratar los camiones de la basura, las calles rotas, los viene-viene, los ambulantes, los niños saltimbanquis de los semáforos, los obreros almorzando al borde de la calzada atascada de coches.